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El Efecto del Liderazgo

¿Cuál es el producto de nuestro liderazgo?

¿Qué efecto tiene nuestro liderazgo? Como líderes, muchas veces no sabemos qué esperar de nuestro liderazgo. Aprendemos cómo guiar a otros y cumplir con nuestras responsabilidades, pero no pensamos en ¿Qué pasará? ó ¿Qué saldrá de nuestro trabajo?

Pensamos en levantar obras o edificios; en empezar ministerios o plantar iglesias; en crear infraestructura o armar grupos de trabajo. Pero, ¿qué tal si esto no fuera el efecto principal de nuestro liderazgo?

¿Cuál es el producto de nuestro liderazgo?

Nos replicamos en otros

El efecto principal de todo liderazgo es que el líder se replica en sus seguidores. De una manera u otra, cada líder moldea a las personas a quienes guia. Es lo que pasa cuando eres líder. Otros te imitan.

Yo sé, se oye muy orgulloso decir o pensar que esto es el producto de nuestro liderazgo. Se siente más humilde hablar de los programas que empiezas y trabajos que haces. No obstante, el efecto principal del liderazgo es la replicación. Antes de perdernos en humildad falsa que pretende ignorar este elemento del liderazgo, meditemos en las palabras del apóstol Pablo:

1 Corintios 4:16 Por tanto, los exhorto: sean imitadores míos.
1 Corintios 11:1 Sean imitadores de mí, como también yo lo soy de Cristo.

Si eres líder — y todo aquel quien tiene influencia sobre otro es líder —, entonces de cierta forma te vas a replicar en otros. Te van a imitar. Es inevitable. Las personas que guías (tus hijos, esposa, amigos, hermanos en la iglesia, etc) llegarán a ser más y más como tu.

Reto: Aceptarlo y hacerlo bien

Si la realidad del liderazgo es que nos replicamos en las personas que guiamos, entonces ¿Qué debemos hacer? Debemos imitar al apóstol Pablo y aceptar esta realidad. Debemos enfocarnos aún más en personas que en los proyectos y trabajos del ministerio. Debemos buscar oportunidades de pasar tiempo con otros. Debemos abrir nuestra vida más y más a otros, porque más tiempo pasan con nosotros, mejor podemos replicarnos en ellos.

También, debemos esforzarnos por siempre ser más dignos de ser imitados — en todo lo que somos: carácter, emociones, actitudes, palabras, acciones, enfoque, prioridades —. Esto hacemos por someternos a la obra santificadora del Espíritu, por vivir en la Palabra y por constantemente predicar el Evangelio a nosotros mismos. Más que todo, para ser dignos de ser imitados, tenemos que ser como Pablo y dedicarnos a imitar más y más a Cristo.

Hay unas preguntas que debemos hacernos. Nos ayudarán a cumplir con la responsabilidad de ser líder, y que otros nos imitan:

  • ¿En quiénes me estoy duplicando? ¿Quiénes me siguen y me imitan?
  • ¿Qué tengo en mi vida y carácter que no es digno de ser imitado?
  • ¿Cómo puedo imitar a Cristo mejor?

¡Que Dios nos ayude a ser líderes que imiten a Cristo, para que los que nos imitan puedan ver su ejemplo a través de nosotros!

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