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La Identidad del Líder

Identidad equivocada

Los que somos líderes en la iglesia frecuentemente adoptamos una identidad equivocada. Hallamos nuestra identidad en ser líderes. La identidad es lo que pensamos que somos en nuestro núcleo. Llegamos a creer que nuestro puesto de liderazgo es nuestra identidad: “Soy pastor”; “soy un plantador de iglesias”, “soy un predicador”, “soy líder de un grupo célula”.

Por dedicarnos tanto al trabajo en el Reino, nuestro puesto y responsabilidad llega a ser lo que somos. Sin esto, no sabríamos quiénes somos. Si no tuviéramos este liderazgo, estaríamos perdidos.

Esta identidad equivocada entra en nuestra relación con Dios. ¿Quién soy como Cristiano? Soy un pastor. ¿Cómo me relaciono con Dios? Soy líder en su iglesia. Trabajar en su Reino llega a ser como nos identificamos en relación con Dios.

Buscamos nuestro valor en nuestra identidad. Por identificarnos con nuestro ministerio, ligamos nuestro valor como personas y Cristianos al mismo ministerio: Cuando va bien, sentimos bien; cuando va mal, sentimos mal.

Identidad verdadera

Como líderes en la iglesia, desesperadamente necesitamos un cambio de identidad. Ser hijo de Dios es la verdadera identidad de cada Cristiano.

Gálatas 3 26 Pues todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús. 27 Porque todos los que fueron bautizados en Cristo, de Cristo se han revestido.

Gálatas 2 20 “Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

En Cristo, hallamos nuestra verdadera identidad:

  • En Cristo, somos los hijos adoptados de Dios (Gálatas 4:4-7)
  • En Cristo, somos amados y aprobados (Efesios 1:6 y Efesios 5:1)
  • En Cristo, somos perdonados (Romanos 5:1 y Romanos 8:1)
  • En Cristo, somos llenos del Espíritu (Hechos 2:38-39)

En Cristo, somos completos:

Colosenses 2 10 y ustedes han sido hechos completos (han alcanzado plenitud) en El, que es la cabeza sobre todo poder y autoridad.

Por lo tanto, nuestro ministerio no es quiénes somos. Nuestra identidad real no es el ser ministro, pastor o líder. Nuestro valor ni se mide por ni se encuentra en los resultados de nuestro ministerio.

Luchar por fijar tu identidad en Cristo

La tentación de basar nuestra identidad en nuestro ministerio es constante. Por esta razón tenemos que luchar por fijar nuestra identidad en Cristo, no en lo que somos en el ministerio.

Una forma de luchar es afirmar la realidad de nuestra identidad verdadera. Podemos repetir frases como:

  • “Yo no soy mi trabajo, soy hijo de Dios”
  • “Mi puesto de liderazgo no me define, estoy completo en Cristo”
  • “Soy el hijo adoptivo de Dios”
  • “Soy amado y perdonado por mi Padre”

Más que ponemos nuestra identidad en nuestra relación con Dios, menos nos afectan los altos y bajos de nuestro liderazgo. Ni lo bueno nos hará sentir orgullo; ni lo malo nos destruirá. Estaremos seguros y confiados.

¡Seamos líderes cuya identidad está firmamente puesta en la relación que tenemos con Dios, por medio de Jesús!

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